Recuerdos

NAVIDAD del ´52 es una fecha que aun recuerda muy bien, los detalles se han ido borrando, pero el vivido recuerdo de la extraña que en la noche metía la mano en el vomito, -aquella asquerosa inmundicia- tratando de recuperar unos libros de un autor de apellido Borgues o Borges –Jorge Luis o José Luis, el nombre es lo de menos- aún le producía algo de gracia. Pero lo que ella hizo no fue mejor, recoger de esa porquería anaranjada los cuatro aretes y los cincuenta dólares.

Muchas veces se ha preguntado por que hizo eso en vez de ayudar a la pobre señora que vomitaba sin control, o revisar al marido e hijos tumbados en el piso. Pero lo que la seguía lacerando era la mirada de odio de la extraña que tomó los libros; no entendía como alguien la podía odiar con tan solo verla.

Aquel fue un año sorprendente, hubo dos grandes sucesos que marcaron intensamente su vida, uno fue el espectáculo de la señora vomitando, el otro y mas doloroso, ocurrió unos días antes de ese; el día que asesinaron a su madre. Hacía pocos días que habían llegado a la ciudad de la cual solo conocía el camino de su casa a la escuela; ese fatídico día ella despertó temprano para terminar de colorear una tarea, cuando de repente, una mujer alta, hermosa, de cabello largo entró a la casa, sacó un arma que escupió apenas unos susurros pero que se incrustaron en su madre con la furia de un empleado que por fin se atreve a escupirle algunas verdades al imbécil de su jefe. Su madre cayó con la fuerza de un costal que un marino avienta desde la proa de un barco y cuando se acercaba a ella, una mano poderosa la asió del cuello de la camisa del uniforme y la jaló afuera de la casa.

Después de eso todo transcurrió como una vieja y aburrida película muda, solo recordaba en blanco y negro y de una forma lenta y monótona, entre sueños se vio dentro de la cajuela de un carro y posteriormente en la habitación de una vieja casa a las afueras de la ciudad, donde el olor de sudor, excremento y semen seco –olor que ella llegaría a conocer muy bien- impregnaban la habitación. Cuando despertó la mujer entró al cuarto y creyéndola dormida salió de inmediato cuando alguien a lo lejos gritaba: -“ISABEL”.

De alguna manera que mal recordaba, se levantó y escapó por una pequeña ventana del baño contiguo, descendió el tejado y corrió, era una fría tarde de otoño, no recuerda cuanto corrió ni adonde, pero cuando dobló en una esquina, vio a aquella mujer vomitando aquellas cosas; tomó los aretes y el dinero y siguió corriendo sin parar ni mirar atrás. . .

…Un breve grito llamándola hizo que despertará de esos recuerdos que habían acontecido hacía 20 años. Lanzó un breve repaso al espejo y ahí estaba ella, tan radiante como siempre; lista para la cena de su venganza; con el pelo ondulado descansando a media espalda; un vestido de color negro que le sentaba a la perfección una cuarta y media arriba de su rodilla dejando al descubierto sus torneados muslos, y un pequeño dije que colgaba de una discreta cadena de oro y que se escondía a la altura del escote que dejaba ver el incio de un par de firmes y generosos pechos.

Dio un último vistazo mientras se decía a si misma : -“Para los hombres soy un arma LETAL”.

Del mismo autor:

• Los dedos de Nubia
• La luz no encendió (Simbad de la Porra)
• Epílogo a El sabor de su sangre
• Las escaleras
• Felaciones