Epílogo a El libro de magia.
Muchas veces pensó que no estaba haciendo lo correcto, muchas veces se aferró a la desenfrenada decisión de que estaba en el punto de no retorno. Un día todo terminó, se dio cuenta de que todo este tiempo no le había sido posible sacarlo de verdad de su cabeza, de su corazón. Repasaba por horas en su cabeza toda su figura y su forma de ser, siempre quiso desde el momento que optó por olvidarse de él, que su nuevo compañero fuera un pilar inquebrantable de apoyo, de confianza y de comprensión, así cómo él lo era cuando estaban juntos. Ella se dio cuenta de que no lo había olvidado, de que cada beso que le propagaba a su compañero era siempre en el fondo pensando en él.
Su tórrido pero breve romance había llegado a su fin.
Es curioso como a veces el hombre, en su orgullo mezclado con cobardía mezclado con ingenuidad no entiende que hay cosas más allá de su control. Pasado un largo tiempo ella se armó de valor y fue a buscarlo, toco el timbre dos veces y esperó. Nadie acudió y cuando ella se dispuso a tocar la puerta esta vez, creyendo que no había luz como para que funcionara el timbre; al primer golpeteo la puerta se abrió. Nada había cambiado, nada se había movido. Ese lugar que ella recordaba muchas veces con nostalgia permanecía exactamente igual como la última vez que estuvo ahí. Los libreros llenos, la mesita de centro con las llaves, el sillón de incontables aventuras, la habitación le susurraba el romance de todas las veces que llenos de pasión y lujuria, hacían el amor hasta el cansancio.
Un aroma de nostalgia le invadió los ojos con lágrimas, ahí, junto al tintero y la pluma, yacía un libro, carecía de título en la portada pero todo, absolutamente todo estaba escrito por él. Ella se sentó y comenzó a leerlo al paso que se iba adentrando en un mundo nuevo de viejos recuerdos, era su historia relatado a manos de él. Ella comprendió al fin que durante todo ese tiempo él nunca había dejado de quererla ni un instante. Ella lloró desconsolada, sentía culpa, sentía un vacío terrible dentro de ella, se lamentaba los errores cometidos, sentía frustración de no poderle decir que ella también no había dejado de quererlo. Ella lloró y lloró abrazada a la almohada, arrugando las cobijas que alguna vez arrugó junto a él, ahora ella comprendía que había sido demasiado tarde. En un descuido el libro calló al suelo, ella se inclinó para levantarlo y vio que el libro estaba abierto en la parte final donde un pequeño sobre la esperaba:
Amor,
Me he olvidado de ti, no recuerdo ni tu nombre ni tu rostro ni tu aroma, sé que eres tu escrita en este libro, pero yo me he desentendido de ti eternamente. Sin embargo te amo, mi corazón no te ha olvidado y espero que un día vengas a hacerme compañía. Ahora te espero eternamente…
Alabak comercum et tromud neob unterforis atem blaiak estumrum
Ella sin titubear, leyó repetidas veces las palabras y una vez dominada la pronunciación en su cabeza se dispuso a decirlas en voz alta.
Ella sabía que había conjurado también para sí, el hechizo de la muerte.
JOJOJO, y de repente el mood qe tenía cuando escribí el libro de magia volvió.
Muy bueno, saludos!!
Esto me recuerda «The notebook».
Mágico.
Un beso.