La encrucijada

Encrucijada. 1. f. Lugar en donde se cruzan dos o más calles o caminos. 2. f. Ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada, asechanza. 3. f. Situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir. (Diccionario de la Real Academia Española).

…se escuchó un chirrido y la diminuta habitación se inundó de luz por primera vez luego de un par de días de ser resguardada por un frío candado.

-Órale, escuincle, ya salte pa´fuera.

Pedro permaneció en el rincón con el rostro en las rodillas sin importarle la orden de la anciana, y con la serenidad que otorga una decisión meditada durante largo tiempo y asumida con convicción. Pedro, a sus escasos nueve años, estaba convencido de que iniciaba ya una nueva vida.

-A ver si así aprendes; ahora, si quieres tragar, ya sabes qué hacer.

Con los ojos entrecerrados, Pedro atravesó la cocina, atravesó el patio de la vecindad, y alcanzó la calle casi ahogado de luz…

…Contuvo la respiración, permaneció inmóvil algunos segundos y abrazó a esa mujer ahora casi desconocida a la que él llamaba Laura. De nuevo el golpe en la puerta. Sangre. Sudor. Semen. El cabello de esa mujer contra sus pectorales. Sus senos contra su vientre. Un cadáver en el extremo del sofá.

Sangre en la pared. Pedro siguió el rastro que se extendía por igual en la calle y en la acera. Habían pasado varias horas y tenía mucha hambre pero atrás quedaron los maltratos y los encierros por no cumplir con la cuota diaria. Ahora un hombre moribundo yacía ante las puertas de un table dance y era atendido por los meseros del lugar. El niño lo miró indiferente pues no era la primera vez que un hombre agonizaba frente a él. Cuando Pedro tenía seis años, don Chema cayó a sus pies con un cuchillo en el vientre. Don Chema era un buen hombre, era dueño de un bar en cuya bodega -según decían otros niños- hacía trucos de magia y obsequiaba dulces. Pedro lo acompañó en una ocasión. Aquél hombre gordo y velludo tenía un gran televisor y una colección de DVD’s: películas sobre niños que ganaban un boleto a una fábrica de chocolates, robots que viajaban al espacio, animales de zoológico atrapados en una isla. Don Chema se sentó junto a él y le ofreció un refresco, después el hombre acercó su rostro al suyo y sintió cosquillas en la nuca.

-Señor, ¿está usted ahí?

Juan Pablo reconoció la voz, se trataba de Gonzalo, el chofer de su padre.

-Ya son casi las tres, señor…

Laura se incorporó rápidamente y, tomando a Juan Pablo del brazo, se dirigieron a su habitación. Sin decir palabra se miraron abrazados. Por la ventana, entre las vaporosas cortinas, la luz de la luna delineaba el cuerpo desnudo de Laura, aún tibio. La visión era extraña: ella estaba casi irreconocible con ese rostro sereno y salpicado de sangre. Juan Pablo recordó entonces el metro, el sueño, la rara sensación de confundir a su padre con el anciano del vagón, pero, sobre todo, y sin alguna explicación, se concentró en el niño de la calle. ¿Realmente era él a quien había visto a las afueras del edificio de apartamentos?

La puerta cedió sin dificultad y una sombra se abalanzó sobre don Chema. Una deuda de juego, le explicaron después al niño, aunque este por supuesto no entendió a qué se referían los clientes del lugar. La cantina cerró durante un tiempo y luego cambió de dueño. Pedro ya nunca pasó por ahí. Fue entonces que doña María los recogió, a él y a otros niños, y los puso junto a otros que también había rescatado. Los más grandes enseñaban a los más pequeños. En la casa de doña María no se hablaba sin permiso y no se comía sin cumplir con la cuota diaria de cien pesos. La lista de castigos era mucho más larga y en ella no había nada tan terrible como “el cajón”. Pedro fue encerrado ahí un par de veces… pero ahora ya nada importaba, ni doña María, ni don Chema ni el hombre debajo de una sábana frente a un table dance.  La atención del niño la tenía un hombre sentado en un vagón de metro semivacío. Pedro no sabía leer pero reconoció el logotipo de BIMBO en su camisa y de inmediato pensó si el lugar de trabajo de ese hombre era como la fábrica de dulces que vio en la televisión alguna vez.

Pedro soñaba despierto y el hombre de la fábrica de chocolates también.

-Guarda silencio, no hagas ruido.

Sin embargo, Juan Pablo no le pidió a Laura que no se moviera. Debajo de la cama, junto a un par de osos de peluche, ella tomó un bate de béisbol.

-Era de mi hermano. “En caso de ladrones”, me dijo al dármelo antes de venir a México.

La puerta del apartamento crujió, y después un breve silencio.

-David Lynch…

-¿Qué? ¿De qué hablas, Juan Pablo?

-Esta no es una película de los Wachowsky, es una mala película de David Lynch…

-¿Joven Juan Pablo? ¿Es usted?- la voz temblorosa de Gonzalo retumbó calladamente en los oídos de ambos.

Juan Pablo se dio cuenta entonces que tanto él como Laura habían pronunciado esas palabras en voz alta. Ella se apartó de su lado y abrió la puerta de la habitación decidida a salir…

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Raúl Pérez

Autor: Raúl Pérez

Soy pasante de la licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad Modelo. Actualmente me desempeño como maestro en el nivel medio superior y como colaborador del cine foro del Centro Cultural José Martí. He publicado en el periódico Por esto! y en las revistas "Al pie de la letra", "Cataficcia. Revista de cuento hiperbreve" (Zacatecas) y "Mística espiral" (revista en Internet). Soy autor del cuento para niños El monstruo del armario publicado por la Universidad Modelo.

7 opiniones en “La encrucijada”

  1. Que bien, tomaste el personaje que se habia ignorado durante varias entradas e incorporaste muchos detalles que se han mencionado.

    me gusto esa aclaracion que hicistre sobre «el padre» pero sinceramente hubo un par de cosas que no entendi, aun asi me gusto, ojala te quedes en HDB!

  2. como dice la diabla, bien que se haya retomado al niño olvidado a lo largo de la historia. Algunas cosas me confundieron un poco pero esperemos que sigas aquí para ver que cosas nuevas traes!

  3. ¡Rompemadres!

    No se me ocurrió otro adjetivo para esto. Muy bien, hasta el inserto de la definición de ‘encrucijada’ queda como un genial detalle.

    Lo único que me salta es que no hubiera pensado que Juan Pablo supiera de David Lynch, pero bueno, es algo menor, creo, o cosa de percepción y de personajes.

    ¡Bien!

    Va subiendo el nivel …

  4. Gracias por los comentarios. Admito que hay que darle un par de leídas pero creo que no causa demasiada confusión (la versión anteior sí, pero lo bueno es que se pudo corregir a tiempo). Por ahí se colaron algunos detalles en el estilo pero fue por la premura, casi no lo corregí.

    Me tomé varias libertades con respecto a Juan Pablo pero me las di por lo planteado en los textos anteriores.

    Diabla, ¿qué fue lo qu n entendiste?

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