Resulta que es una parte natural del ciclo de vida de los virus el mutar. Así como el ser humano evolucionó a partir de un mono a base de ligeras mutaciones en su código genético, los virus también han evolucionado con el andar de los siglos. Se adaptan a las resistencias naturales de los organismos que infectan, resisten las medicinas con las que los humanos las atacan. Pero la evolución más descontrolada que existe es la que se da por una reproducción “mal hecha”. Algo sale mal, de millones de virus que se producen de una vez uno sale diferente. Muchas veces no pasa nada, las probabilidades de que surja un virus letal de la nada es minima, la mayoría de las mutaciones son benignas, pero nunca falta esa única vez, en que el virus, por mera coincidencia se convirtió en un agente letal. Ya ha pasado antes y es solo cuestión de tiempo para que pase de nuevo.
La gente que mapea los genes de los virus te podrá decir:
–Oh si, por las cadenas genéticas vemos que este virus se deriva de este otro.
Sobre todo cuando apenas empiezan a analizar el virus hasta ahí llega la explicación, debido a que es una mutación no se sabe en que se parece y en que no a su predecesor. Por lo que nuestro especialista tendrá que regresar al laboratorio y seguir con sus estudios para decirnos algo más que no sea –Pues es nuevo, todavía no sabemos cuales son sus efectos, su método de transmisión, su tiempo de incubación etc.
Un día un campesino que no se sentía muy bien salió a cosechar el poco maíz que había crecido. De por si los malos tiempos habían generado una mala cosecha, la fiebre que tenía no le iba a impedir cosechar los pocos pesos que se iba a ganar. El cabrón del transportista nuevamente le regateó el pago hasta niveles obscenamente bajos y sin muchas fuerzas para alegar se limpió el sudor de su frente, aceptó el pagó y estrechó la mano del comprador, pensando para sí mismo, algún día las cosas vana cambiar. Y así fue, a los pocos días murió.
El ejidatario llevó la cosecha de este y otros campesinos a la central de abastos de la gran ciudad mientras malhumoradamente hacía cuentas en la cabeza, descontando los gastos de pago de derechos, la gasolina y el pago a los campesinos apenas y le queda para nada más. En la central de abasto saluda a otros que como el, traen alimento de diversos lados del país a la gran ciudad. El joven que recibe las cargas lo recibió con un clásico “Hijole jefe, ya no cabe y no se va a vender”. Curiosamente cuando le bajó el precio a la mercancía y le ofreció para el chesco, el joven de milagro encontró algo de espacio y sus perspectivas de venta fueron más optimas. Con la venta realizada regresa a su campo.
El joven se topa con un compa mientras lleva la mercancía al local. Su compa anda ayudando a una vieja con las bolsas. Le da un zape y se va en chinga antes de que el otro lo alcance.
La vieja le da unas monedas al chavo por haberlo ayudado y llevar las bolsas hasta el micro que la llevará de regreso a su casa. Para variar le toca viajar de pié, nadie le cede el asiento. El microbusero anda echando carreritas, y en un enfrenón hace que todos los pasajeros que van de pie casi se maten con la caída. Una jovencita ayuda a la señora a levantarse. Le cede su asiento, de todos modos ella baja en la siguiente esquina.
La chica se dirige a la plaza, donde saluda a sus amigas. Van a ver una película al cine.
Días después, cuando los muertos se cuenten por decenas el especialista dirá en un espacio por radio y televisión:
-Hemos descubierto que el nuevo virus tiene una transmisión limitada. Solo se contagia si entra en contacto con personas con riesgo de estar contagiadas.
Muy en el fondo, nuestro especialista se siente indefenso, todo el conocimiento que tiene no lo salvará de lo que viene.
Jajajajaja, es verdad, ¡no podrá salvarse!
Por eso no fui medico chingón… 😛
¡Dios, no volveré a viajar en autobús!