El coleccionista de historias.

Cerró el libro, se recargó en el respaldo del sofá y miró hacia el techo. Había sido una buena historia. Reflexionó el desenlace mientras los últimos detalles de la novela que acababa de leer se grababan en su mente.

Después de un rato se levantó y acomodó la novela en el enorme librero de su casa junto con todos los demás libros que ya había leído con voracidad. Aunque tenía una enorme colección de libros, también contaba con una amplia colección de novelas gráficas, cómics, documentales, películas, series de televisión, videojuegos y manuscritos propios que nunca publicó. Toda esta gran colección solo tenía una cosa en común: La historia le había fascinado.

Llegó a su alcoba y miró de reojo el calendario que estaba sobre el buró. Con cierto recelo se fijó en la fecha que estaba encerrada en un círculo de tinta roja. Súbitamente se sentó sobre su cama, el peso de todos sus años vividos vencieron a sus cansados músculos.

En algún momento de su juventud se convirtió en lo que era ahora: un coleccionista de historias. Se cansó de tratar de escribir su propia historia, la de su vida. Así que la abandonó. Se deshizo de cualquier deseo de encontrar al amor, ya sabía que no lo encontraría. Se olvidó del éxito profesional, de todos modos nunca le encontró sentido al caótico y competitivo mundo. Se desentendió de todo sueño y esperanza, ya nada de esto alimentaba a su espíritu. Hacía mucho que el solo se movía por inercia, por seguir la corriente.

Sin tener nada mejor que hacer, las historias, los cuentos, los mitos, las leyendas y otras narrativas capturaron su mente. Se convirtió en un desinteresado completo de la vida propia aunque curiosamente las historias que más lo cautivaban eran las vidas de los demás. Le gustaban los finales felices para las personas que lo rodeaban, ya había demasiado drama de por sí en el resto del mundo. Hizo el fabuloso descubrimiento de que como estaba dispuesto a escuchar el resto de la gente estaba dispuesta a hablar. Cuando le pedían consejos los daba e incluso cuando no se lo pedían hacía la mejor aportación que se le pudiera ocurrir para llegar a ese final feliz. Muchas veces funcionó y muchas otras no, pero esa era parte de la magia de escribir una historia.

Pasaron los años y entre las historias reales y las fantásticas presenció toda clase de finales. Con agrado se dio cuenta, de que el mundo siempre tenía una nueva historia que contar. Le dio algo de gracia saber que sin querer había llegado a tener algo seguro en su vida.

El toc toc de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Pesadamente se levantó a recibir a su visita. Era un viejo amigo que se había convertido en editor. Lo invitó a la sala.

El invitado preguntó sin rodeos –Casi estoy seguro de la respuesta, pero debo preguntar: Mañana es tu cumpleaños, ¿Nos acompañarías a mi esposa y a mí a comer?

El anfitrión dudó, el invitado insistió –está mal que pases tu cumpleaños aquí solo ya se que no te gusta celebrarlo ni nada, pero al menos déjanos invitarte a comer.

Dudó unos segundos más, finalmente accedió –Por supuesto

-Bien ¿Has pensado ya lo que te dije? ¿Sobre que escribas tus memorias?

-Si.

-¿Y bien?

-No lo voy a hacer

-¿Por qué no?

-Ya te lo dije, no tengo nada que contar

Del mismo autor:

Share

3 opiniones en “El coleccionista de historias.”

  1. Tengo la idea de que uno busca historias en los demas porque ya conoce la propia… buscamos el drama, la accion, aquello, lo que sea, siempre y cuando sea distinto a nosotros y nuestra historia… buena 🙂

  2. Me agrado la historia jaja me imaginé al tipo que vende historietas en los simpsons… pero no hagas caso de mis referentes culturales.
    Me gustó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *