Se acerca ese cerro, o yo me acerco a él. Mis lentes oscuros son como una barrera ante los rayos del sol, mismos que queman mi brazo derecho. Aún así, disfruto del paisaje. El ruido del motor aunado al viento que entra por las ventanillas me relaja. Me relaja pensar que pronto estaré en la playa.
Con todo y que yo no voy conduciendo, me siento con plena libertad… mi mente es la que se siente con plena libertad, y me lo está demostrando: sexo en la playa con la primer chica que se me atraviese, cervezas al por mayor, descanso en la arena, nadar sobre las olas. Después de barajar estas opciones, mi cerebro se decide por la primera: sexo en la playa con la primer chica que se me atraviese.
Así va a ser: dejaré mi camastro para caminar por la arena mientras la puesta del sol ilumina mi piel bronceada, dándome un aspecto de galán de revista de modas. Claro que mi cuerpo, ahora nada agraciado, cambia para bien, en mi cerebro. Hay que recordar que estamos en el asiento de copiloto de un coche con rumbo a la playa, y lo único que escucho es el ruido de motor y el viento en las ventanillas, por lo que mi cerebro proyecta una imagen de mí muy diferente a lo real.
Entonces, mi cerebro proyecta un “yo” caminando con mi cuerpo bronceado durante la puesta del sol. Entonces veo a una chica que tiene nombre de Laura. Me presento con una sonrisa y compruebo que se llama Laura. Le digo algo gracioso para que se ría (por supuesto que ese algo gracioso es algo que no lo sé aún, ya que estoy en el asiento del copiloto en un carro…). Laura se ríe. Después de carcajearnos (las cosas graciosas y las bromas abundan) pongo de pretexto que el sol me quemó de más la espalda, por lo que me arde, y necesito de urgencia ponerme crema en la espalda y la crema está en mi habitación de hotel. Ella contesta que no me preocupe, que un su bolso de playa tiene un bote de crema. Por arte de magia (mi cerebro entra en acción), Laura no encuentra su bote de crema en su bolso, por tanto tendremos que subir a mi habitación… y como yo no me alcanzo la espalda, Laura tendrá que ponerme la crema.
Entramos al cuarto y le ofrezco una cerveza. Ella acepta. Saco un bote de crema y le ofrezco ponerle a ella primero. Acepta y se quita la parte de arriba de su bikini. Veo sus grandes y jugosos pechos, mismos que me muestra sin pudor, orgullosa de lo que tiene. Se recuesta sobre la cama mientras yo me acerco para besarla…
(Aquí entra la música)
— ¡¿Qué chingados haces, pendejo?!
— Pues poner música, baboso, tú que crees. Me estaba aburriendo con esta manejada.
— No me chingues, ¡ya iba a coger!
— Jajajajaja, ¿coger con quién, baboso?
— Con una nena bien buena, en un hotel. De verdad, apaga tu pinche música.
— No, cabrón. A mí me gusta.
— Puta madre, contigo, cabrón… que se me va la Laura.
— ¿Cuál pinche Laura, cabrón. Para mí que estás alucinando?
— Imaginando, baboso, imaginando, que es muy diferente.
(Aquí apagar la música)
Apagué, enojado, el estéreo del coche y volví a sentir el sol, el viento y el ruido del motor en la carretera… poco después entré a la habitación del hotel. Laura ya se había ido.
Carlos Martín
elbipolaris.blogspot.com
JAJAJA muy bueno, le dio un calambre al pobre…
llego un poco tarde pero como era interruptus no me perdi.. almenos la parte pornografica. jaja
estuve de misión asi que anduve con el tiempo muy tirano ojalá pasara todo en un santiamén, como un viaje por carretera apacible y soñar.. soñar distendidos
ese giro al relato estuvo fenomenal
excelente como siempre como no lo voy a recomendar_?
Saludos muy bien escrito mi hermano, muy divertido.
Uy, la canción duró poquito, al menos mucho más que en la de Beto. Pero poquito.
A mi me pasó eso de imaginar cosas pero soñando y lo extraño es que desperté 2 veces y en ambas pude volver a dormir y continuar el sueño (no muy extraño, debo agregar)