Las escaleras

Timbraste un poco antes de lo que yo esperaba; como pude me puse mi camiseta, bajé las escaleras, y previo a abrir la puerta, encendí el reproductor de discos compactos que tengo en la sala, el cual empezó a reproducir el último compacto que había introducido no se hace cuanto tiempo.

Hacía ya más de tres semanas que no te veía, y si acaso, habíamos intercambiado dos o tres llamadas telefónicas. El verte después de largas ausencias me produce una serie de descargas eléctricas que recorren indistintamente mi estomago y espina dorsal como la primera vez que te besé, hace ya algunos años en aquel pequeño restaurante italiano a las afueras de la ciudad.

Abrí la puerta principal y ahí estabas tú, con los tenis lleno de polvo, pantalones de mezclilla deslavados, una ajustada camiseta color morado y tu anillo de casada en la mano izquierda. Yo con trabajos me puedo quitar la corbata para bañarme, utilizo tenis únicamente para hacer ejercicio, mi concepto de las camisetas es para dormir, y la mezclilla se ha convertido en una extraña prenda que se encuentra en vías de extinción en mi vestidor.

Aún así por alguna razón me enamoré de ti; y con tus tres semanas de ausencia y el verte parada enfrente de mi, me costaba trabajo no tomarte entre mis brazos y desnudarte en el mismo recibidor de mi casa.

Trate de contenerme, nunca he considerado los impulsos -a parte de ti- como algo satisfactorio, pero tú no eres algo ordinario, tampoco eres algo común. Mal llegamos a las escaleras hiciste que bruscamente nos sentáramos en los escalones, desesperadamente arranqué tu camiseta morada y el sostén de algodón del mismo color; te quité los pantalones de mezclilla, mientras me besabas desenfrenadamente tratando de quitar el nudo de mi corbata y deshacerte de mis mancuernillas.

Cuando estuvimos desnudos, enlazaste tus piernas en mi cintura, y me besaste con una desesperación que yo no conocía al tiempo que tratabas de fundir tu cuerpo con el mío, para finalmente y con un leve susurro, suplicarme que te penetrara.
Hoy que aún me acuerdo de aquella noche -que a la postre se convirtió en la última- y de la cual ya han pasado algunas estaciones me pregunto si has vuelto a besar con aquella intensidad; me preguntó si incluso alguna vez te habían besado de esa forma o si habías casi suplicado que te hicieran el amor.

Cada vez que lo pienso, inconscientemente me descubro silbando aquella canción que sonaba en el reproductor y con una media sonrisa diciéndome a mi mismo: -“no; ni con su esposo, ni con nadie más ha sentido aquello”.

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Simbad de la Porra

Autor: Simbad de la Porra

Ex-marinero que viajó siete veces, mujeriego del corte de Casanova, se enamoró de cada mujer que conoció, oficial de frontera, perseguidor de indios comanches, liberal de membrete, hombre de dinero (a futuro) y promotor de un proyecto separatista.

3 opiniones en “Las escaleras”

  1. Me pregunto, si habrá relaciones de largo tiempo que sean así? o la chispa se termina con el transcurso de los años o con la viviencia ordinaria. Quiza por eso será tan interesante leer historietas, por que te hacen pensar que alguien si lo vivió.

  2. como al precipicio solo se me escapan ciertas palabras que alguna vez dije.. se desbarrancan a lo largo de cada peldaño

    «Hay dias que hago de todo por volverte a ver

    me deshago, me desdigo, me descalzo, me desnudo
    me distancio, me despido, me discuto, me deshaucio,
    me diluyo, me doy cuenta

    desespero

    y hago de todo por volverte a ver»

    es curioso que en mi ipod estaba esta canción

  3. Qué mujer no ha suplicado alguna vez la penetración en dichas circustancias…..

    Shhhhho sé, que nadie lo ha hecho terminar como esta que opina.
    😉

    Ahhh qué chida rola!
    Saludos!

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