El hombre es el único animal que tropieza (al menos, pero casi siempre más) dos veces con la misma piedra.
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– ¿Vienes? – preguntó con aquellos ojos aceitunados y media sonrisa con que solía manipularme.
Negué levemente con la cabeza, era la manera más fácil de terminar con aquello, – Por favor– insistió dándome un beso en la mejilla pero rozando intencionalmente mis labios. Accedí.
La conocí en la facultad, sostuvimos una breve relación y después todo terminó. mis intereses se centraban en cosas más importantes que en sostener algún tipo de relación seria con una compañera de estudios. En esa época estaban las mancebías, el alcohol, fiestas de fin de semana y demás actividades enriquecedoras.
Con el tiempo llegamos a tener una relación intermitente, el trabajo, ciudades, distancias, y esposos.
Aún me seguían afectando sus ojos aceitunados, no podía dejar de observar sus rozados pezones antes de cubrirlos con su sostén, la antigua y abundante mata que tantas veces fue mía, había sido sustituida por una delgada y escasa sombra que muy seguramente respondía al interés de su marido. Con una liga blanca que hacia juego con el colos de su blusa, recogió su larga y abundante cabellera, quizá el ultimo rastro de aquella mujer que tanto había amado.
– ¿Nos vamos? – inquirió mas como una orden.
No, ni siquiera mi tercer negativa hubiera sido la vencida, seguía tropezando con ella.
Yo digo que en negativas, ni la cuarta, ni la quinta, ni la sexta… ni la quincuagésima octava, mucho menos la tercera, es la vencida.
Ja!
No opino y no opino y no opino.
😛
Chale, a mi no me gustó. Pero creo que porque estuviste enfermo.
Hay gente que ni a madrazos dice que no, mal hecho.