En los escasos momentos que tengo conciencia, vuelvo a cerrar los ojos de modo consiente e intento visualizar los sonidos, los sitios y las frases conjugadas entre trenes, vías y andénes. Esos chicos tropezando, creo que había algo en sus miradas entre pena y asombro. Es gracioso que el mundo parezca tan pequeño de pronto dentro de un simple vagón anaranjado.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien, gracias ¿Y tú?
—También, bien
(…) Un fondo de música en el tren de pronto nos hace voltear, invade el espacio y nos distrae a todos, apenas reconozco la canción, se va moviendo entre los asientos y desaparece, tiene sonidos sintetizados, trato de ascender el sorbo de café en mis venas y voy arrancando las capas de crema batida una tras otra con los labios, el tren se frena un poco mientras por fin un asiento se ha desocupado, vamos a llegar a la siguiente estación de transborde. Yo me diluyo en el café, me borro, me extiendo, me transformo pero no puedo volver a construir mucho las frases… Miro a otra pareja de chicos desde mi asiento parecen tristes, no esperen, se ven desconcertados.
Los sonidos sintetizados siguen dando tumbos en mi cabeza a un ritmo mas bajo, el cambio radical de velocidad en el tren me instala en medio de su conversación extraña que apenas puedo percibir.
– «creo que es la discusión mas sana que hemos tenido»
-«siempre dejaste lo mejor para el final»-
¿estarán terminando?, tomo un sorbo de café y miro hacia los cristales rallados y maltratados, las vias del tren me arrastran de nuevo a la rutina monótona, que contrasta con la línea de ese subterráneo geométrica, lineal y enérgica.
Rodeada de gente en esta ciudad, con un solo cafe de compañero, no hay muchos sitios para refugiarse. Supongo que en este estado las cosas tampoco pueden durar mucho tiempo.
Regreso a la realidad, creo que hubo un corto silencio
– «Aqui me bajo» – le dijo ella
Yo escuchaba sin permitir que el aire rectificara alguno de mis músculos pero lo vi todo, perfectamente todo, pretender ingenuidad me sale mal, sin parpadear ella sale del vagón atraviesa la minúscula frontera de ese precipicio de la puerta al andén. Me levanto enseguida «esta es la mía», pienso… el chico se incorpora y metiendose las manos a los bolsillos y desgarbado ocupa el asiento vacio, mientras tanto ella avanzados unos pasos se encuentra con el otro tipo. Se cierran las puertas
Del otro lado del cristal, quiero pensar que el tenía ganas de detenerle, hablarle, hacer cualquier cosa, no la volvería a ver, lo pude leer en sus ojos. Pero cuando uno es cobarde nos amordazan las cuerdas vocales.
La intuición subió después que cerraron las puertas y ventajosamente se posó a lado de él para seguir el viaje, como en imágenes entrecortadas el tren comenzó a avanzar y en flashbacks las siluetas de las personas se fueron perdiendo al compás del avance prematuro del tren a toda velocidad.
Lo recuerdo bien, abro los ojos y se que esto no lo soñe, ella comienza a hablar con el otro tipo, casi al unisono repiten dos silabas que no entiendo mucho. La mirada de él es fria y dura, la de ella se torna cristalina y tan débil que solo prefiere bajarla, me paso de largo y esquivo a otras personas y otras miradas, mi café se ha agotado, supongo que en este lugar las cosas no suelen durar mucho en el subterráneo, al menos yo me bajé con Cortázar bajo el brazo.
nada como ese primer café de la mañana que te hace despertar e iniciar el día.
No me había puesto a pensar a que hora se estaba desarrollando esta historia, pero con ese punto de vista en primera persona le diste un toque muy bueno para lunes en la mañana, como simple expectador, no como actor, solo viendo y evaluando lo que esta a nuestro alrededor, lo que en la relaidad hacemos muy seguido.
me gusto!
Sweet, eras tú en el vagón No viste a beto? en también venía ahí.
Todo bien ligado, yo le dí 5 estrellitas, bien merecidas.
A veces las palabras no salen porque uno es cobarde, pero en otras ocasiones se requiere valor para ahogar las palabras; si se ha dicho todo lo que se podía decir, hay que dejar ir, aunque duela.
Ocasionalmente también me cautivó una historia ajena, robada a medias en un espacio público, incompleta, desdibujada y tentándome para que le escriba un final.
Muy buena historia.
¡Sonríe!
Bueno, nunca es tarde para que el café deje de ser el mejor amigo…
besos
Lo que se ve en un vagón de tren… y a todos nos quedó un poquito de cortazar!
oie esta pkm etsa anecd0ta
salud0s
bn
post
visite nustro blog el w0rld chaf
echo por un tet0 q ama a halo
y un tipo alc0holico amante del v0dka y lo car0
y00
slaud0s
Hay veces en que uno no es conciente sobre los hechos o pensamiento que lleva la gente que se encuentra tan solo a unos pasos de nosotros, el lo admirable(?) de quienes vivimos en el Distrito Federal o sus alrededores, hemos perdido la capacidad de asombro ante casi cualquier circunstancia, muchas veces se es necesario si se quiere sobrevivir, por ello es bueno que siempre nos acompañe un buen café.