Extendió una vez más sus brazos al cielo coreando al igual que los demás a ambos lados suyos. Él, iluminaba el escenario, cantando un misterio con su excitante voz. Su ropa era un brillo incandescente complementado con plumas y lujosos accesorios. Se presento arropado en aquella actitud tan suave y a la vez, por la misma razón, tan irreverente y provocativa que a Mariano le fue imposible quitarle los ojos de encima. Faltaban solo un par de canciones más para que aquella increíble criatura abandonara el escenario envuelta en luces que emulaban una nave espacial, surcando el cielo de la pantalla gigante hasta perderse en el infinito de la imagen como un punto brillante más en el conjunto de constelaciones visibles en el último cuadro de la toma; Mariano lo supo mejor que nadie en el recinto, pues había asistido a todos y cada uno de los conciertos de aquel enigmático personaje. Las tres últimas canciones prácticamente lo dejaban en shock en cada uno de los recitales a los que asistió. Su figura temblorosa y en éxtasis era lo último que el acomodador del teatro había visto salir en las siete noches consecutivas en las que el nombre aquel brillara en marquesinas.
Mariano abría los ojos cada mañana con la sensación de que había soñado algo importante, sabía que lo recordaría como mucho a mitad de la mañana, quizá mientras tomaba el baño matutino antes de salir corriendo al trabajo, o en la cafetería en la que a veces hacía parada para comprar una sándwich y un café, o cuando subía las escaleras del edificio en el que tomaba su ruta del anaquel, lo mismo daba. Mariano repartía el material de trabajo a los maquileros que cosían para una tienda de ropa de bajo volumen. Era ropa exótica o estrafalaria, que generalmente se usaba en puestas en escena en teatros o para vestir a las bailarinas de espectáculos de bajo presupuesto y alto contenido erótico. Algunas veces en su hora de comida, cuando le tocaba recoger entregas de maquila terminada, Mariano hacia parada en un estacionamiento del Sams para comer algo rápido y que le sobrase tiempo suficiente para encerrarse en la parte trasera de la camioneta y probarse algunos de los diseños. Sus preferidos eran los que llevaban más bordados, lentejuelas, plumas, y colgantes.
A esta altura de su vida Mariano había dejado de preguntarse si era Gay, su vida esclava del trabajo y sus casi nulas relaciones humanas no le permitían sentar las bases suficientes para contestar una pregunta tan difícil. No era virgen, aunque la primera vez que tuvo sexo no le aclaro demasiadas dudas. Un día, hacía ya varios años, se le ocurrió meterse al ya inexistente cine Teresa, empezaba a sentirse incomodo con las imágenes que el proyector le estaba embarrando en la cara, cuando de pronto un apagón que nadie pareció notar le dejo a oscuras en la sala. Mariano no acostumbra recordar que aquella tarde perdió algo más que su virginidad, quedándose una semana completa sin apenas lo justo para comer y asistir al trabajo. Jamás entendió como es que no pudo moverse con las manos aferradas a la butaca, una vez que aquel peso le cayó encima con bajón de cremallera y atracón a sus partes pudendas de por medio. Todavía no se había recuperado del alivio que su cuerpo estaba sintiendo, le dio incluso apenas tiempo para rehacerse las ropas, cuando el regreso de las luces a la sala lo evidencio totalmente solo en la hilera de butacas de las cuales ocupaba un asiento. Más abajo vio algunas parejas que no tuvieron tanta suerte como el, y prefirió no mirar hacía arriba invadido de pronto por una sensación de suciedad y hastío al mirar dos lugares abajo a tres tipos toqueteándose la entrepierna. Se puso de pie y salio de la sala con la mirada fija en sus zapatos.
De tal manera que ahora Mariano no se hacía tantas preguntas. No tenía amigos. En el trabajo, después del saludo, pocas palabras cruzaba con el resto de los empleados. Cuando sentía necesidad de masturbarse, lo hacía y no pensaba en algo o en alguien en especial, tan solo en que lo necesitaba y nada más. Se podía juzgar a Mariano como un tipo insípido, raro y hasta apático; pero era otra cosa si a música se refería. Mariano tenía una pasión después de todo, tenía la discografía completa de Tom Myers, esa estrella del Glam de los setentas que había hecho las delicias de generaciones con su música innovadora e imagen camaleónica, digamos que había un Myers diferente para ubicar cada década que marcó con su presencia musical. Cuando Mariano escuchaba las canciones de Tom, entraba en un trance casi cósmico; y no había manera de que pasara un día sin que escuchara la voz del cantante, pegada a sus oídos de preferencia, con el volumen por todo lo alto.
La mañana número siete del sueño recurrente que Mariano no podía recordar, escucho en la radio la noticia de la presentación inminente de Tom en México, y no cabía de felicidad por haberse dado a la tarea de ahorrar durante todo el año la mitad de su sueldo religiosamente. Por fin había algo en este mundo, que lo hacía regalar sonrisas resplandecientes a sus compañeros de trabajo, finalmente, algunas de las mujeres que de cotidiano trataban con el hombre delgado y mal encarado que hacía el reparto, estaban notando lo simpático que aquel muchacho lucía cuando vestía de verde, de rojo o marino, dependiendo el día y la maquiladora en turno. Mariano llevaba cuatro semanas en éxtasis y dos de llevar religiosamente en su cartera su entrada a la única presentación que Tom daría en México. Qué gloria sería estar ahí, cantar todos los temas, llorar con los más emblemáticos, y con algo de suerte, si Tom se acercaba al borde del escenario, tocar su mano, sentir su sudor cayendo encima suyo (sí, su lugar era preferente). La fecha estaba próxima y Mariano se las había arreglado, aprovechando sus renovadas relaciones humanas para hacer perdedizas algunas prendas de las pacas del reparto, ya que con su recién estrenada sonrisa resplandeciente disuadió a las chicas que le recibían de no tomar nota del extravío. Con remedos de su propia ropa y de las prendas robadas ya se había armado su propio traje extraterrestre para estar totalmente a tono la noche del show.
Cuatro días antes del gran concierto Mariano volvió a tener el sueño. Todo era igual, excepto porque cuando despertó lloraba, lloraba inconsolable, como un niño. A su lado, Liliana, una compañera del trabajo que la noche anterior había insistido en invitarse a su casa y le había regalado la noche de pasión que le debía la vida desde aquella tarde en el Teresa, despertó al escuchar los sollozos y lo abrazo conmovida preguntando que sucedía. Mariano recupero el aplomo al verse reflejado en aquellos ojos cafés y envuelto por unos delicados y desnudos brazos. Aun conmovido le relato a Liliana el sueño que iba de lo fascinante que había sido tener aun en ese momento en la memoria cada noche de los siete conciertos de Tom a los que en su sueño había asistido, hasta la angustia de verlo tirado en el escenario con su traje de alienígena empapado en sangre, la gente corriendo a su alrededor. Solo en ese momento del sueño, cuando todos gritaban, Mariano notaba que no estaba en México, y que el resto de la audiencia que se arremolinaba en las salidas de emergencia lucían muy rubios y parloteaban su pavor en un inglés británico impecable, que Mariano había escuchado antes en películas en las que Tom había participado.
Liliana lo abrazo de nuevo y paso varios minutos recostada con la cabeza de él descansando en su pecho. Ya repuesto de la impresión, Mariano se levanto de la cama para ofrecer a su invitada un café. Su sonrisa era más amplia que la del día que supo que Tom vendría a México, y tarareaba alegremente In your arms to night [audio:http://www.hd-b.com.mx/wp-content/uploads/2009/10/Hedwig-and-the-Angry-Inch-In-Your-Arms-Tonight.mp3]
(en la versión de Tom, por supuesto). Cuando él volvió a la habitación, Liliana, angustiada los miraba en turnos a él y a la pantalla del televisor, que en su ausencia había encendido. Mientras tanto, Mariano escuchaba una voz impactada , casi al borde del llanto, proveniente del mismo televisor:
“Es una pena que a unos cuantos días de su presentación en México sucediera esta desgracia tan lamentable, justo al finalizar el último de los siete conciertos que daba en Londres, la noche de ayer, una persona no identificada entre los asistentes se acerco disparando a Tom Myers arrancando con ello su vida y de paso la de otros dos músicos que lo acompañaban en el escenario, entre la confusión que se armo al escucharse las detonaciones, el asesino logro escapar. Scotland Yard esta llevando a cabo”…
Liliana apago el televisor en ese instante, las tazas de café que Mariano hasta hacía un rato sostenía en sus manos, estaban tiradas y rotas con el liquido oscuro resbalando por el piso de la habitación, formando en la mente de Mariano una alegoría entre la ultima imagen que vio en el televisor y la mancha de café que lentamente se expandía ante sus ojos. En sus mente aun bailaba la última imagen que logro captar antes que Liliana apagara el televisor. Myers tirado en el suelo con su traje de alienígena empapado en sangre.
Durante las siguientes semanas a Mariano le quedaron claras tres cosas. Una. Demasiado tarde, comprendió que aquel sueño recurrente era un sueño premonitorio, pero, aun de haberlo comprendido a tiempo, ¿Qué rayos habría él podido hacer al respecto? Dos. Definitivamente no era Gay. ¿Es demasiado tarde darte cuenta de eso a tus treinta y seis años? ¿Quién lo sabía? Lo único cierto, es que mejor era saberlo ahora que nunca. Y tres. Liliana lucia bellísima la tarde en que fueron a comprar una cama Queen size con el dinero que le devolvieron a Mariano de la entrada al concierto de Tom, y de la cual por cierto, le permitieron conservar el ticket. Contrario a lo que se podría suponer, Mariano no enmarco el ticket, ni lo guardo en una caja de zapatos por los siglos de los siglos. Liliana aun lo conserva en su poder con una pregunta al anverso escrita de puño y letra de Mariano:
¿Podría tener la fortuna de que me permitieras ver esos hermosos ojos cafés todas las mañanas mientras te hago el amor?
No inventes! Que buen relato! Definitivamente de lo mejor que he leído aquí!
Nada más que decir, me encantó…
Saludos!
kiddo tu escrito rulea relamente deverias pasar de invitada a escritora de planta te rifas mas que otros .
wow, bastante interesante. jajajaja, buen relato.
La frase del final simplemente fue soberbia.