Contrabando
Aquel templado día de verano, ella, de pie, estaba temblando al contacto de las yemas de los dedos de el; el la había deseado desde hacía mucho tiempo y no quería arruinar el momento con prisas innecesarias, además de que le complacía ver como vibraba tras el paso de sus dedos por el cuerpo de ella.
Le desabotonó lentamente la camisa mientras apenas le rozaba el cuello con sus labios, con el sostén aún puesto y la camisa desabotonada, la tomo por sus delicados hombros y con un ligero movimiento la camisa se deslizó por su cuerpo hasta reposar en sobre la frazada que momentos antes habían puesto sobre el piso de barro.
– “¿Puedo hacerte una pregunta?”, le interrogó ella.
– “Solo si quieres saber la respuesta” contesto el.
– “¿Soy la primer mujer casada con quien te relacionas?”.
– “Es algo que no podría responderte, ahorita eres la única en quien pienso, y siempre olvido mi pasado”.
Esa respuesta era suficiente para ella, mujer casada y con dos hijos, no tenía planeado dejar a su esposo, ni iniciar un romance, era solamente un affaire, tener sexo una, o quizá en dos o tres ocasiones; ella quería solamente una pasión de contrabando, alguien que no se enamorara de ella y que la olvidara cuando ella así lo decidiera.
– “¿Puedo hacerte otra pregunta?” volvió ella a preguntar.
–“Las que quieras”
–“¿Soy la primera a quien traes a esta galería?”
–“Si, eres la primera”
. Para ella esa respuesta era suficiente; suficiente para dejarse perder en los firmes brazos de el; suficiente para sumergirse en el azul del cielo a través de esa gran abertura mientras el la penetraba.