Las uñas rojas de Deessa golpean el teclado con fuerza mientras sus ojos atentos a la pantalla no dejan salir las lágrimas que los inundan. Casi podría ver del otro lado del monitor al destinatario del mail que escribe, pues conoce perfectamente su rutina; en este momento estará llegando a su oficina con un café deslactosado en la mano, se quitará el saco y se sentará en su escritorio para comenzar a trabajar interrumpido de cuando en cuando por cursis charlas en el mensajero con esa mujer, la causa de sus lágrimas, la enemiga a vencer, quien hoy por fin desaparecerá de su vida.
Había sido suficiente de citas a escondidas en hoteles de lujo y llamadas en medio de Continuar leyendo «El ultimátum»