Juro por Dios que jamás lo vi venir, era un día cualquiera en el que todo me sale mal. Claro está que todos los días son así, todo me sale mal siempre, pero en cuanto las vi supe que la historia estaba por cambiar.
Como de costumbre, me desperté tarde y con el pito parado, no tenía ganas de ir a trabajar y mis ojitos de regalo hinchados por tanto dormir se negaban a abrirse, así que, a tientas salí de mi cama y me dirigí al patio de atrás para prender el bóiler. De verdad es increíble como, a pesar de llevar ya dos años viviendo en esta casa, seguía sin poder recordar que cada trece días, religiosamente se termina el cilindro de gas y hay que cambiarlo. Como podrán adivinarlo, hoy me bañé con agua fría a las cinco y media de la mañana. Media hora más tarde de lo usual.
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