Juan Pablo se quedó mirando como Laura caminaba desnuda hacia la puerta, no pudo evitar sentirse por un momento ahora en una película de Tarantitno o Rodríguez. Él salpicado de sangre, mal vestido y con un bate de béisbol en la mano mientras veía a Laura contonear su exquisito trasero hacia la puerta. Ella manchada de sangre y con una despreocupación tal que él encontraba excitante, tanto que se sentía como un héroe antagonista.
Juan Pablo miró en cámara lenta a Laura, cada retumbar de la carne de sus glúteos era una invitación, la manera minuciosa en la que su cabello se inclinaba de un hombro al otro mientras pasaba por sus espalda, como si dirigieran una orquesta silenciosa. De repente Laura abrió la puerta y una luz inmensa comenzó a llenar la habitación, Juan Pablo de inmediato llevó su mano a la cara tratando de cubrirse de la ceguera que provocaba tan inmensa luz pero a la vez como queriendo ver algo trataba de asomarse. Continuar leyendo «Y decía:…»