La amenaza

Creo que no hay mayor falla que la que puede cometer el propio hombre. Como muestra les presento que, en lugar de subirles un cuento sobre las fallas tenológicas les publico un cuento que no tiene nada que ver con el tema que nos habíamos impuesto.

Les pido una sincera disculpa y los dejos con:

La amenaza. Por Israel Velázquez

La amenaza que le hizo su padre, lo tenía inquieto y asustado. Solo, veía su cuerpo en la cama, veía los muebles, la puerta cerrada, su miedo innegable y la ausencia con la que había de cohabitar.

Su progenitor murió. Su madre los había abandonado hacía muchos años. Era hijo único y su padre se alegraba de eso. “Gracias a Dios no tuvimos más hijos la esa pinche vieja que llamabas mamá y yo, contigo ha sido suficiente”, le repetía casi a diario entre el trago que lo mantenía sobrio y el que lo perdía de Continuar leyendo «La amenaza»

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El ultimátum

Las uñas rojas de Deessa golpean el teclado con fuerza mientras sus ojos atentos a la pantalla no dejan salir las lágrimas que los inundan. Casi podría ver del otro lado del monitor al destinatario del mail que escribe, pues conoce perfectamente su rutina; en este momento estará llegando a su oficina con un café deslactosado en la mano, se quitará el saco y se sentará en su escritorio para comenzar a trabajar interrumpido de cuando en cuando por cursis charlas en el mensajero con esa mujer, la causa de sus lágrimas, la enemiga a vencer, quien hoy por fin desaparecerá de su vida.

Había sido suficiente de citas a escondidas en hoteles de lujo y llamadas en medio de Continuar leyendo «El ultimátum»

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Una triste campana…

Teníamos todo listo.

Una organización de primer nivel.

Una gran convicción hacia el fin perseguido.

Una total fe hacia nuestro líder.

Una capacidad de tener una doble vida sin dejar rastro alguno.

Sesionábamos cada primer jueves del mes en curso. Ahí decidíamos cuál sería la siguiente ubicación para seguir con nuestra conspiración contra el sistema.

Todos los que asistíamos sabíamos perfectamente cuál sería la sanción hacia nuestras reuniones secretas, si las mismas eran descubiertas por el ejército del rey.

Los que sabían de derecho hablaban de un nuevo concepto llamado soberanía nacional y de «Constituciones»; los que sabían de Continuar leyendo «Una triste campana…»

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Fue chiste, parezca lo que parezca.

Primera parte (Click para leer).

Rosa caminaba por la oscuridad del callejón número veintisiete del pueblo cuando sintió el irrefrenable deseo de volver a su oficina. No tenía nada que ver con la adrenalina que la inundaba siempre que pasaba por ese lugar, sitio conocido de malvivientes, drogadictos y pandilleros; le gustaba incluso, por eso sonreía mientras caminaba con ese aire de autosuficiencia que sólo te da el saberte una profesionista que puede hacer lo que le plazca. Se detuvo.

Una voz que no era la de Alaska no dejaba de llamarla por su nombre: Rosa, Rosa. Pensó en su madre y la culpó por todas las burlas y albures que desde el kinder le habían hecho por su nombre, se acordó de Simoncito, su compañero de banco que le jalaba las trenzas y le pellizcaba las piernas. Por primera vez sintió miedo de caminar de noche por el callejón número veintisiete, quiso esconder el ipod pues no quería que se lo robaran. De pronto, las luces de los faroles de la calle se encendieron de un solo golpe cegándola momentáneamente.

Cuando abrió los ojos, de pie frente a ella, un hombre Continuar leyendo «Fue chiste, parezca lo que parezca.»

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Por tres pesos

— Échale lumbre — Ordena un joven a otro. Ambos lucen cansados. Las ojeras que ambos posen son más una muestra de frustración que de desvelo. El segundo hombre toma los dos cables que salen de una fuente de corriente directa y antes de conectarlos en el protoboard se asegura de que esté seleccionado «cinco volts». Un led enciende. Nada más sucede. Ordena un joven a otro. Ambos lucen cansados. Las ojeras que ambos posen son más una muestra de frustración que de desvelo. El segundo hombre toma los dos cables que salen de una fuente de corriente directa y antes de conectarlos en el protoboard se asegura de que esté seleccionado «cinco volts». Un led enciende. Nada más sucede.

Ambos jovenes se quedan viendo entre ellos. En sus ojos parece haber Continuar leyendo «Por tres pesos»

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