“No existe una justificación real para el amor: no hay una razón objetiva del por qué nos enamoramos de una persona y no de otra. El humor adecuado, el momento adecuado, la mentalidad adecuada durante ese tan importante primer encuentro. No existe una manera de discernir las diferencias que traerá a nuestra vida y a la de los demás el camino que decidamos tomar hoy. Una ligera duda puede significar perderse la mirada de alguien que está al otro lado de la habitación, y continuar con tu vida, sin saber que tu posible alma gemela se te acaba de escapar de entre los dedos. Detenerse a levantar una moneda en tu camino al trabajo puede significar dejar pasar ese autobús, mientras que Esa Persona Para Ti se subió.
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Desde el Reino de Insolubilia
Insolubilia, Llamaron en el Medievo a las paradojas insolubles tautologias o incongruencias.
He pasado la tarde encerrada en este sitio, sinceramente el tiempo no lo tengo medido, queriendo arrojar mis cosas al vacío, hago en mi mente una especie de inventario de sus modos y tiempos de caer. En mi bitácora los libros no planean, no despliegan sus hojas, el perchero se convirtió en una estaca, en una aguja, las almohadas en un sueño de plumas confundidas.
No se porque estoy aqui.
El sabor de su sangre
Tomaba el té a las 3 de la tarde, me encontraba sola en casa, dejando pasar el tiempo para prepararme para salir, cada sábado mataba el tiempo en esa plaza, sentada en la misma banca y esperando a la misma persona, pasaron un par de horas antes de levantarme de la mesa, el sol entraba por la ventana y empezaba a oscurecer. Me dirigí a la recámara, acomodé cuidadosamente sobre la cama la ropa que iba a ponerme, la observé por un momento deliberando si era la mejor opción, luego me deshice de mi ropa y entré a la regadera. El agua hirviendo me quemaba la piel, disfrutaba esa sensación, cualquier otro día podría haber pasado horas bajo el chorro de agua dejando quemarme la piel, hasta dejarla roja y casi insensible, tan solo los sábados terminaba con este ritual más pronto de lo deseado pues tenía otros rituales con los cuales cumplir.
La voz de la sirena
Érase una vez un hombre loco que se volvió poeta, escribía y escribía pero todo sin tinta.
Escribió el compendio de poemas más grande y más bello que jamás haya existido y todo, absolutamente todo, estaba escrito sin tinta.Sucedió que un día se encontraba escribiendo sin tinta a la orilla del mar, como solía hacerlo todos los jueves de luna llena. Una sirena blanca llegó hasta él, cautivada por los versos sin tinta del poeta.
— ¿Quién eres tú, mortal, que osa profanar la belleza de mi canto con esos versos sin tinta?
El poeta inmutado seguía escribiendo.
— ¿Acaso no me has escuchado?
La sirena lo miraba fijamente mientras el poeta seguía escribiendo sin tinta, como si la sirena no estuviera ahí hablándole.
—He preguntado quién eres, hombre que osa opacar con esas palabras sin tinta el hipnótico sonido de mi canto.
El poeta se detuvo, cerró su libro y la miró.
— ¿Cómo te atreves a ignorarme de ese modo?— decía furiosa y altanera la sirena —¿no ves que soy yo la hija del rey del mar? la más hermosa de los mares, la de voz única, la dueña del corazón de quien pisa el mar.
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Carnaval de Media Noche
“Existe una noche cada siglo, en la que todos ellos hacen acto de aparición. Carros alados llegan del confín del universo. Seres de luz y los señores de las tinieblas se apoderan de este mundo, y la eterna lucha entre bien y el mal tiene como escenario esta tierra fértil en la que todo nace, y todo a su vez, fenece.
Damas y caballeros, frente a ustedes el mejor espectáculo que ha habido sobre la tierra, donde los mitos cobran vida, y nosotros, nos volvemos estatuas de piedra, meros observadores de historias que nunca han sido contadas, y de verdaderos finales que roen nuestro interior petrificado.”