Miguel conoció a Cristina en la fiesta de su mejor amigo, resultaba ser que era mujer no muy bella, simplemente sencilla, no muy despampanante, nada provocativa, ni en su vestido, rostro, formas o actuar, a él le pareció un presa fácil, ella tenía en su mano un trago, y por los otros que se encontraban a su lado podía darse cuenta que ya tenía mucho tiempo en esa fiesta. Estaba sola en un sofá, tan sola, sin amigas sofocantes, no niños, familiares, hombre, anillo o algún indicio que le dijera que se alejara.
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Jueves por la noche
Ella me veia a los ojos como queriendo que le dijera cosas que al mismo tiempo sabia que no le iba a decir, sus ojos me encantan y esa ojerilla que se le hace cuando está estresada por el trabajo simplemente me mata, hemos vivido una relación bien extraña, y será mas extraña aún, tratamos de no vernos mucho, incluso fines de semana solo nos gusta vernos en la noches, ¿la razón? . . . no lo sé, como que asi hemos sido, ella no me lleva a sus compromisos, y yo no la he hecho parte de mi vida, al principio yo la queria involucrar en todo lo que hacía, después entendí el mensaje, de repente nos vemos, y como no sabemos nada del otro es como si estuvieramos en una pequeña burbuja desde donde observamos la forma en que corren nuestras vidas, como si ella me permitiera ser espectador, y solo espectador, de su vida.
Uniendo los puntos
Resulta que es una parte natural del ciclo de vida de los virus el mutar. Así como el ser humano evolucionó a partir de un mono a base de ligeras mutaciones en su código genético, los virus también han evolucionado con el andar de los siglos. Se adaptan a las resistencias naturales de los organismos que infectan, resisten las medicinas con las que los humanos las atacan. Pero la evolución más descontrolada que existe es la que se da por una reproducción “mal hecha”. Algo sale mal, de millones de virus que se producen de una vez uno sale diferente. Muchas veces no pasa nada, las probabilidades de que surja un virus letal de la nada es minima, la mayoría de las mutaciones son benignas, pero nunca falta esa única vez, en que el virus, por mera coincidencia se convirtió en un agente letal. Ya ha pasado antes y es solo cuestión de tiempo para que pase de nuevo.
La gente que mapea los genes de los virus te podrá decir:
Redención.
Nunca me gustó escuchar el sonido de mi propia voz, pero ante la imposibilidad de contar esto a «alguien» mas y la negativa de asistir a un psiquiatra como tantas veces lo sugirió mi madre, es que veo como única válvula de escape a este asqueroso estrés y tensión acumulada a lo largo de un año, desahogarme con una estúpida grabadora, testigo mudo de mis experiencias tantos meses calladas, así que bueno, no es mi deseo alargar esta experiencia mas de lo estrictamente necesario, así que comencemos de una buena vez.
El coleccionista de historias.
Cerró el libro, se recargó en el respaldo del sofá y miró hacia el techo. Había sido una buena historia. Reflexionó el desenlace mientras los últimos detalles de la novela que acababa de leer se grababan en su mente.
Después de un rato se levantó y acomodó la novela en el enorme librero de su casa junto con todos los demás libros que ya había leído con voracidad. Aunque tenía una enorme colección de libros, también contaba con una amplia colección de novelas gráficas, cómics, documentales, películas, series de televisión, videojuegos y manuscritos propios que nunca publicó. Toda esta gran colección solo tenía una cosa en común: La historia le había fascinado.