En los escasos momentos que tengo conciencia, vuelvo a cerrar los ojos de modo consiente e intento visualizar los sonidos, los sitios y las frases conjugadas entre trenes, vías y andénes. Esos chicos tropezando, creo que había algo en sus miradas entre pena y asombro. Es gracioso que el mundo parezca tan pequeño de pronto dentro de un simple vagón anaranjado.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien, gracias ¿Y tú?
—También, bien