Donatelo contemplaba desde la azotea el mar de tejados, postes, antenas, árboles y cables que se extendía alrededor de él en todas direcciones. Doce pisos más abajo corría el torrente bullicioso de coches y peatones. En la azotea de un edificio cercano una mujer colgaba ropa en los tendederos. Algunas ventanas del condominio de enfrente tenían abiertas las cortinas, revelando parte del interior de las habitaciones.
Por un momento, Donatelo tuvo la esperanza de que se presentara la oportunidad de espiar a alguna vecina saliendo de la regadera, pero no tuvo tal suerte. En cambio, su mirada se cruzó con la de una anciana asomada a una de las ventanas. La mujer hizo una mueca y cerró bruscamente la cortina. Donatelo abandonó la inspección del edificio y siguió contemplando el panorama. Continuar leyendo «Inseparables»