Camino. Llevo un rato caminando, al menos así me lo parece a mí, un largo rato. El camino es sinuoso, gira ora a la derecha, ora a la izquierda. Ya no me pregunto a dónde voy, hace rato dejé de preguntármelo. Algo me atrae y me impulsa a continuar el camino, es un olor, dulce, suave como a flores; veo también luces reflejadas en un humo denso, todo está allá, muy, muy lejos. Por eso camino.
Es de noche, no hay estrellas, no hay luna, no hay nubes. Sólo hay obscuridad alrededor, y, sin embargo, el verde de los cerros, las cañadas o los valles brilla, es hermoso, todo tapizado con flores amarillas, cada que veo esas flores se me olvida preguntarme una vez más a dónde voy. Hace frío, es una brisa fresca que sopla y corretea entre las flores, ondula los altos setos, mueve las hojitas de los árboles. Lo puedo ver, todo el paisaje ante mis ojos pero la mismo tiempo percibo que las hojas se mueven. No entiendo bien cómo puede ser esto. Continuar leyendo «Cuento muertos»