Mis ojos tardaron en acostumbrarse a la penumbra, se oyeron algunos gritos de pánico por el repentino apagón, además de algunos murmullos y risas; una voz con tono autoritario increpó a quienes al parecer eran empleados del lugar para que verificaran lo que había sucedido con la energía eléctrica, ¡la luz no encendió!, se escuchó a lo lejos, cuando de forma inesperada, repentino como fue el corte de energía, regresó la luz a la cafetería en que me encontraba, mis pupilas se contrajeron al instante como reflejo al inesperado destello del viejo candelabro que se encontraba sobre mí.A pesar de haber perdido la noción del tiempo desde que me encontraba allí, podría jurar que llevaba no mas de quince minutos, pues sobre la mesa rectangular que estaba frente a mí, limpia y sin ningún rastro que indicara que ahí había comido alguien, únicamente se encontraba una servilleta de tela y un cenicero, momento en el que se percató de mi presencia aquella persona con voz autoritaria, de inmediato se dirigió hacia donde me encontraba, se detuvo tan solo a un par de pasos de la silla que ocupaba y me concedió una gran -y aparentemente sincera- sonrisa, me preguntó si me encontraba bien a lo que contesté con un simple y sencillo monosílabo, «sí».
Autor: Cuervo
El Cuervo es un cabrón al que le gusta un chingo el mundo de los blogs y que para su desgracia, no puede dedicarle el tiempo mínimo necesario para ello, pues otros menesteres exigen su presencia, aunque siempre que hay oportunidad, escribirá algunas líneas para liberar un poco la carga emocional acumulada de varios días y de paso leer artículos harto interesantes.
Conversando con ella
-Asesinos, eso es en lo que se han convertido.
-¿Realmente eso es lo que crees?
-Por supuesto, sino dime tú, ¿quién en su sano juicio sería capaz de hacer eso con una pobre mujer?, ¿porqué después de haber recibido dos balazos en el pecho, habría de darle el tiro de gracia?
-Por piedad seguramente.
-¿Piedad, dijiste?, ¿acaso tienes mierda en lugar de cerebro?
-La madre pudo desangrarse por varios minutos, posiblemente horas antes de que llegara alguna ambulancia de nuestro «eficiente» sistema de salud público, pudo haber tenido una lenta y terrible agonía antes de desangrarse por completo, por eso quien quiso poner fin a su vida, tuvo piedad de ella y decidió que lo mejor era que finalizara lo más rápido posible.